Mujeres a las urnas

* Por Ximena Jara, Directora de Factor Crítico. Un versión abreviada de esta columna se publicó en La Segunda (23 de diciembre 2021).

Las multitudes se agolpan para aplaudirlo y tocarlo. No sabemos cuánto durará, pero hace mucho que no ocurría: el pueblo de Chile ha cambiado su relación con la Presidencia de la República. Renuevan la fe – la esperanza – y confirman la alegría de una relación, que no promete únicamente un nuevo cargo sino, sobre todo, un nuevo trato.

Las formas de la política cambian tan rápido como nuestros usos culturales. Lo que hasta hace 20 años parecía deseable en un líder político (el “talante”, el “temple” o el “don de mando”) ha dejado de ser un valor. Aquello que debutó con Michelle Bachelet, ante la mofa de quienes calificaban la adhesión a su figura de “cariñocracia”, hoy se consolida a través de un líder al que las nuevas generaciones quieren, admiran y respetan de tú a tú.

Como siempre, en política, se trata de emociones.

¿Por qué, entonces, esas emociones se asentaron en segunda vuelta y no en primera? ¿Y por qué, mayoritariamente, fueron las mujeres las que concurrieron a votar por Boric?

Es posible que existieran dos estímulos, uno positivo y uno negativo. Ambos tienen nombre y apellido.

El estímulo positivo: Izkia Siches. Una mujer que refundó la relación de la sociedad con el Colegio Médico en el momento en el que más hemos necesitado de la salud en más de un siglo. Que fue portavoz de las necesidades y desesperaciones ciudadanas durante los meses más duros de la pandemia. Su liderazgo sólido y claro la llevó a ser la figura pública más valorada en poco tiempo.

La incorporación de Siches al comando de Boric fue la más potente que pudo hacer de cara a la segunda vuelta. Junto a su hija, recorrió casi todo el país, haciéndose cargo del “territorio” que tanto le faltaba a la campaña. Como la encarnación de la célebre pintura El Cuarto Estado, de Giuseppe Pellizza, marcó el rumbo de la campaña en regiones, y el sombrío panorama de noviembre se dio vuelta.

Según un estudio de David Altman, de 2019, sobre conductas electorales, la idea de que las mujeres tendemos levemente a votar por candidaturas más conservadoras es cierta, pero lo más notorio es la solidaridad de género, es decir, la tendencia femenina a votar por otras mujeres.  En este caso, Izkia podría haber capitalizado esa adhesión en nombre de Boric, lo que explicaría el grito de “¿Izkia 2026!” durante la celebración de la victoria.

El estímulo negativo: José Antonio Kast y la asociación de su figura con el retroceso para las mujeres, no solo en términos políticos o reproductivos, sino también de cobertura de políticas sociales. Si las políticas sociales – los subsidios, los apoyos, los bonos – serían preferentemente para “mujeres casadas”, ese amplio mundo de mujeres no casadas, en muchos casos, con hijos, que es el Chile real, quedaba a la deriva, y en momentos de dificultades económicas. En otras palabras: Kast amenazaba con discriminar en materia de políticas sociales justamente a sus más importantes beneficiarias.

Esa es, quizás, una de las grandes razones por las que el mundo popular se activó políticamente. Y cuando el mundo popular se activa, dice el politólogo Sergio Toro, las mujeres van delante. De hecho, además de la proyección de Decide Chile, Pablo Argote y Giancarlo Visconti hicieron un estudio en el que descifran el perfil del “nuevo votante” de Boric: aquel que no votó en primera vuelta, pero sí lo hizo en segunda. Y un sujeto clave en ese grupo es la mujer de cerca de 40 años, del mundo popular.

Hubo quienes votaron por esperanza y cercanía, hubo quienes votaron por miedo a perder lo avanzado. Y aunque los grandes debates confrontaban el miedo al comunismo con el miedo al fascismo, las emociones, en las calles, no son necesariamente tan ideológicas, pero están redibujando la política, y ese cambio lo están conduciendo las mujeres.

Enzo Abbagliati