De la gestión a la relación: el primer discurso del presidente Boric

* Por Ximena Jara, socia y directora de Factor Crítico.

El primer discurso del presidente Boric rompió con varias tradiciones sobre este mismo evento. En primer lugar, su duración. Tradicionalmente se trata de un mensaje relativamente breve, una motivación. Él eligió esta instancia para hacer varios puntos de los que hay aspectos importantes que leer.

En segundo lugar, casi no se menciona a partidos ni a instituciones. No es un discurso institucional y, a pesar de que habla de su conglomerado, lo hace al pasar, sin detenerse en un agradecimiento más extenso, fue solo un “saludo”. El grueso de su discurso está centrado en las personas de a pie. “El pueblo de Chile es protagónico en este proceso, no estaríamos aquí sin las movilizaciones”, reconoció tras entrar.

Pero no es el discurso de un populista, ni asume que la historia parte aquí. Se inserta en un proceso del que él es parte y también consecuencia, a partir de las marchas de 2011. "¿Hacia dónde marchábamos?", se pregunta y, con eso, entra en la gran marcha del pueblo chileno, un guiño a todas las largas marchas de la humanidad, porque marchar es adversidad, pero es también certeza de causa.

Los presidentes citados son una pista: Balmaceda, Aguirre Cerda, Frei Montalva, Allende, Aylwin y Bachelet. Todos los que iniciaron una época, marcaron un nuevo comienzo respecto del pasado y lograron generar un salto histórico, no solo en lo administrativo sino en la relación. Y el centro está puesto en esa nueva relación. El reconocimiento de un nuevo piso, “que garantiza derechos y retribuye con justicia el aporte y el sacrificio que cada uno de ustedes, de los habitantes de nuestra patria, hacen para el desarrollo de nuestra sociedad.” Acá no solo hay respeto y garantías: hay equidad y justicia. Estos principios configuran algo como un esbozo de la dignidad que tan fuertemente se reclamó y que también estuvo presente como concepto en el discurso.

Esta nueva relación estuvo esbozada en la relación con las autoridades, entre compatriotas, con la oposición y, sobre todo, en la idea de restañar heridas. Las de la pandemia, las del estallido.

En ese sentido, fue un discurso reconciliatorio y de reivindicación para las grandes mayorías sistemáticamente abusadas del sistema. Aunque faltaron guiños al mundo más aspiracional que entiende el mérito individual como motor, pues ese mundo no es menor.

Mandata a las autoridades a estar en terreno y, al mismo tiempo, pide a las personas no ser consumidores del gobierno o el Estado, sino ser ciudadanos de una comunidad.

Y acá parece tener en la retina a Salvador Allende, que, en la noche del 4 de septiembre de 1970, devuelve la tarea al pueblo: “piensen en el mañana duro que tendremos por delante.” Esa alusión se hace más clara cuando Boric cierra su discurso: "el pueblo de Chile nos juzgará por nuestras obras y no por nuestras palabras y que, como decía un viejo poeta, el adjetivo cuando no da vida, mata. Hoy era necesario hablar, mañana todos juntos a trabajar."

Así, relación, reconocimiento, comunidad y compromiso, son las variables que se conjugaron en el discurso del Presidente en su jornada inaugural. Un discurso cuya mayor magia, sin embargo, no está en la pluma sino en el oído: millones de personas esperando sus palabras, anhelando sus palabras, escuchándolas con atención y buena fe.

No hay poder más grande que ser amado, y no hay expectativas más altas que las que se ponen en quien se ama. El pueblo de Chile lo espera todo, y la promesa quedó sellada.

Enzo Abbagliati